¿Y si unimos nuestras fuerzas para alcanzar un gran objetivo común? Juan Mata es futbolista del Manchester United y cofundador de Common Goal, un movimiento que engloba a jugadores y entrenadores y que utiliza el fútbol como instrumento para trabajar por la justicia social y la igualdad de género
Si la historia de Juan te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo
Juan Mata (Burgos, 1988) podría ser el referente perfecto para explicar el topicazo futbolístico de “se juega como se vive” que tanto defienden sabios como Menotti o Azkargorta. Juan reparte juego, regala goles y piensa el fútbol de la misma manera que se pasea por la vida. Es un tipo humilde, cercano y sabio, que eligió la mejor posición en el campo para poder ser generoso y trabajar más por el equipo con un instinto que nació como mecanismo de supervivencia y que luego se ha convertido en una manera de abordarlo todo: “Cuando era pequeño había otros jugadores que por su físico, por su juego individual, destacaban más, pero hay algo que me dice mi padre y que yo no sabía en su momento, que es que siempre ‘he pensado jugando’”, explica.
Ese "fútbol pensado" es el nuevo territorio donde ahora identificamos a las estrellas más nuestras: Mata, Iniesta, Xavi, Silva… han cambiado la camiseta a jirones de Camacho, Juanito y compañía por el tiralíneas y la elegancia de un juego más pensado para el colectivo. Es la evolución natural que nos ha traído los mejores éxitos... y no solo en forma de títulos. En una época en la que las grandes figuras mundiales deciden canalizar su implicación social con una fundación solidaria a su nombre y medida, Juan pensó en ese espíritu de equipo para ser eficaz en la forma de orientar la ayuda. No importa tanto si el gol es tuyo como que la victoria sea compartida. Así nació Common Goal, una organización que promueve la colaboración entre muchos futbolistas, que donan un mínimo del 1% de su sueldo para, mediante el fútbol, conseguir la igualdad social.
La familia como centro de todo
Juan nos recibe en el restaurante que su familia gestiona en Manchester, una isla española donde puedes encontrar tantas camisetas rojas del United –donde juega– como azules del City –el eterno rival– o donde se puede ver comer a Pogba, Silva o Guardiola o ver celebrar un cumpleaños a Mourinho. La rivalidad desaparece detrás de unas buenas fabes o cuando entiendes el fútbol como una forma de convivencia, de tender puentes o de conseguir cosas juntos: “El fútbol, para los niños, no es ganar o perder, sino que es un deporte que les va a ayudar a desarrollarse como personas, a tener confianza en ellos mismos, a tener un estilo de vida más saludable o a desarrollar valores como el compañerismo, el respeto o la profesionalidad”.
Juan Mata en Mumbái con Ashok, de la Fundación Óscar. Common Goal
Ese discurso, tan académico como sincero, solo se puede incubar desde un entorno familiar protector y didáctico. Juan creció entre Burgos, Oviedo, Salamanca, Cartagena… al cobijo de un padre que se forjó en las categorías más duras del fútbol profesional español, allí donde no se conocen las caras y se tienen más heridas. Hoy ese padre es su representante y referente. Creció con una madre que en vez de prohibirle jugar en casa le compraba balones "mulliditos" para evitar que destrozara todo. Y creció con una hermana mayor que le acompañó siempre en esos primeros juegos y ahora en estos últimos sueños: “Tengo muchas conversaciones con ella acerca de cómo podemos, desde nuestra situación privilegiada, de suerte, tratar de cambiar las cosas o, por lo menos, intentarlo”, reflexiona Mata sobre Paula, su hermana.
Y en ese camino se cruzó con varias motivaciones emocionales. La muerte de su abuelo, “mi aficionado número uno”, el que le llevaba a todos los entrenamientos cuando Mata era un niño. O aquella final ganada al Bayern en la Champions de 2012, cuando Juan ya despuntaba en un Chelsea multirracial y con jugadores de 10 nacionalidades distintas: “La forma en que nos reunimos desde todas las partes del mundo para trabajar por un objetivo común fue más significativa que el propio trofeo. Eso es algo que puede cambiar el mundo para mejor”.
Juan Mata de niño. Archivo personal
El último pase se lo dio otro compañero que apareció por el camino: Jürgen Griesbeck, un exfutbolista amateur y activista social alemán que encontró en Juan la posibilidad de involucrar el fútbol profesional en su proyecto de conectar a todas las organizaciones que utilizan ese deporte para transformar la sociedad: “Caminando por Medellín (Colombia), Jürgen vio cómo dos grupos de chicos jugaban al fútbol y habían dejado las armas fuera del campo. Jóvenes que era rivales, que probablemente se habían disparado unos a otros, habían dejado las armas fuera para jugar al fútbol juntos”, cuenta Mata antes de afirmar sobre el cofundador del movimiento: “Desde nuestra primera conversación encajamos, hicimos clic, compartimos valores e ideas de lo que creemos que significa el fútbol”.
Fútbol contra la desigualdad
Common Goal nació en agosto de 2017 con un comunicado de Juan Mata en el que anunciaba su compromiso e invitaba a otros futbolistas a donar parte de su sueldo. La carta se viralizó el mismo día que el París Saint-Germain anunció el fichaje de Neymar, el más caro de la historia hasta entonces. “Fue una bonita casualidad porque de alguna forma demostró la capacidad económica que tiene el fútbol justo ese día”. Al fin y al cabo, el proyecto busca recaudar el 1% de los más de 50.000 millones de euros que mueve la comercialización de este deporte y así financiar historias como la de Disha Lohabare, hija de un vendedor de chatarra en un barrio marginal de Nagpur y que acabó convirtiéndose en entrenadora de fútbol allí donde exclusivamente hay hombres. O como la de Ashok, un joven de Mumbái que vivía con ocho familiares en una habitación de nueve metros cuadrados y que encontró en el fútbol una forma de rescatar a los niños de su barrio atrapados por la desgana que deja la miseria. Hoy dirige la Fundación Oscar, una de las organizaciones que ha elegido Juan Mata como destino de parte de su sueldo.
De momento son 130 futbolistas y entrenadores los que integran el movimiento. Menos de los que soñaron al principio, pero suficientes para ir contagiando poco a poco a otros compañeros. Cada uno de ellos decide personalmente en qué proyectos quieren invertir sus aportaciones. Common Goal se encarga de gestionar, aportar transparencia y difundir la repercusión que tienen las inversiones de socios como Giorgio Chiellini, Jürgen Klopp, Mats Hummels, Megan Rapinoe, Vero Boquete o casi toda la selección canadiense femenina. En la lista de socios las mujeres tienen un papel mucho más destacado del que tienen sus sueldos: “Eso muestra la valentía de la mujer de unirse a este tipo de movimientos que quieren tratar de equilibrar las cosas”, reflexiona Mata, que dedica otra parte de su sueldo a dos organizaciones enfocadas a la educación y la higiene en la menstruación de las niñas en India.
Juan Mata. Pepo Jiménez
Al final, el 99% del fútbol es el que apenas se ve, el de esa niña que juega feliz en el equipo de su hermano. O el de esos padres que se van a tomar unas cervezas después del partido del sábado de sus hijos. El 99% del fútbol es ese niño tímido que encuentra una forma de liderazgo en el partido del recreo. Que el 1% restante sea tan mediático y genere tanto interés demuestra que, con poco, podemos hacer mucho y que al final, lo que cuenta, es la suma de esfuerzos dentro de un mismo equipo: “Solo con mi 1% no podemos hacer demasiado, pero con el 1% de todos nosotros podemos ayudar muchísimo”.
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